miércoles, 27 de abril de 2011

LA FAMILIA, LOS LIMITES Y EL APRENDIZAJEMucho se habla del tema de los límites: Por ejemplo se suele decir con frecuencia: “Este chico es un malcriado, le faltan límites.” Este es uno de los principales problemas de la actualidad en la consulta de los padres a los profesionales y también motivo de preocupación de docentes de distintos niveles educativos, ya que si en las primeras etapas no hay adultos capaces de posibilitar que los niños vayan internalizando reglas y reconociendo su autoridad, luego estos pueden tener dificultades para incorporar las normas sociales. A partir de nuestra larga práctica clínica hemos observado que la cuestión de límites es de suma importancia. En las consultas, en muchas oportunidades nos encontramos con situaciones en las cuales los niños tienen problemas en la relación con sus pares y en su relación con los mayores. Entre las principales, desconocimiento de la autoridad, problemas de conducta y falta de límites. Se habla de límites en referencia a los niños, pero consideramos que también es una problemática atinente a los adultos. Si los padres no se autolimitan y creen que lo pueden todo, cómo harán para poder decirles no a sus hijos para que estos aprendan que todo no se puede en la vida, ya sea desde lo material como desde lo afectivo. Por ejemplo, Marcela, quien tiene su registro de conductora desde hace tres semanas, quiere llevar al chico con el que sale al boliche y luego a una reunión de amigos, en un barrio distante. Llenos de inquietud sus padres aceptan prestarle el auto. Al ponerse la noche lluviosa y con niebla aumentan las dudas de los padres, pero como sienten que es importante demostrarle a Marcela su afecto y su confianza en ella, no le piden que cambie sus planes, esto para evitar un conflicto como veremos más adelante. El autor Jhon K. Rosemond, en su libro ¡Porque lo mando yo! Dice: “Los niños obedientes tienen padres que señalan claramente los límites”. Dentro de este encuadre claro, los hijos tienen libertad para explorar, para ser curiosos, creativos, en pocas palabras, para ser independientes”. Sabemos que la palabra obediencia va a despertar en cada uno de nosotros diferentes reacciones. Tratemos por un momento de hacer una abstracción, de dejar de lado lo referido a cumplir la voluntad del otro, del que manda u ordena, no pensemos en autoritarismo, pero sí pensemos en la autoridad necesaria de parte de los padres para enseñarles a sus hijos que existen situaciones, hechos que son peligrosos. Cuando se sabe hasta donde se puede llegar o qué se puede esperar (sanción), se tiene seguridad en el quehacer, no importa de que se trate ese quehacer. Aprender cuales son los límites propios y/o ajenos refuerzan la independencia de cada uno. Un castigo no es un método para enseñar algo a un chico, ya que tiene como finalidad hacer que se sienta mal. Lo que sería más una represalia, o una venganza. Con el castigo lo que observamos es una reacción de impotencia y enojo de los adultos. ¿Por qué hablamos de padres e hijos?. Porque como es obvio todos sabemos que los primeros aprendizajes se hacen en la familia y si esta no brinda claridad en la delimitación del espacio que le corresponde a cada uno, comenzarán los problemas al salir a otros sistemas diferentes al familiar. Como dice Minuchin la “estructura familiar es el conjunto invisible de demandas funcionales que organizan los modos en que interactúan los miembros de una familia.” Por ejemplo, y siguiendo siempre a Minuchin: “Cuando una madre le dice a su hijo que beba su jugo y este obedece, esta interacción define quien es ella en relación con el y quien es el en relación con ella, en ese contexto y en ese momento. Las operaciones repetidas en esos términos constituyen una pauta transaccional.” Estas regulan la conducta de los miembros de la familia. Por ejemplo, debe existir una jerarquía de poder en la que los padres y los hijos poseen niveles de autoridad diferentes. También debe existir una complementariedad de las funciones, en la que el marido y la esposa acepten la interdependencia y operen como un equipo.” Cuando los padres definen con claridad los límites o normas, o llamemoslo simplemente “modalidades de convivencia”, los hijos aprenden a funcionar responsablemente, ya sea cuando son niños o han dejado de serlo y tienen internalizadas las normas. Las reglas protegen, son el marco en el cual una persona sabe como manejarse, que se puede y qué no. La débil autoridad de parte de los padres, puede dejar al niño a expensas de sus propias pulsiones, y hacer que éste a través de sus berrinches, pataletas y manejos, busque que le pongan los límites que a el no le son posibles. El niño, a veces no encuentra el límite a su agresividad y necesita quien le diga que algo no se puede. Los padres tienen la responsabilidad como adultos de orientar a sus hijos, aunque estos se enojen. Puede haber diversos motivos para la no puesta de límites, pero sobre todo prevalece el miedo a dejar de ser querido. Esto puede llevar a niños y/o jóvenes a conductas peligrosas. Recordando a Marcela y a sus padres, estos por temor a perder el cariño de su hija no se atrevieron a negarle el auto, y evitaron el enfrentamiento, para que no hubiera conflicto, pero no pudieron evitar el accidente de Marcela ocurrido por su inexperiencia y las malas condiciones climáticas. En nuestra práctica observamos con frecuencia que los padres contemporáneos a diferencia de los padres de antes, explican mucho, lo cual es bueno, siempre y cuando estas explicaciones no sean motivadas por su inseguridad para poner los límites necesarios. El explicar mucho puede funcionar como una moratoria, o sea tirar para adelante, y no actuar o resolver en el momento oportuno. Es importante tener claro que son los adultos quienes deciden, sin sentir culpa por ello. Los antropólogos actuales han observado que la familia es un fenómeno universal, con las diferencias propias de cada cultura, que se hallan presentes en casi todos los tipos de sociedades. Y esto es así porque el ser humano no es autoválido al nacer y necesita de otros para constituirse como persona. La familia es un grupo humano que cumple funciones: es un medio de subsistencia, desempeña funciones de autocontrol y de humanización en el intercambio, generando un clima emocional imprescindible para vivir. La madre intentando comprender al bebé va ayudando a que este se humanice y a la formación de su psiquismo. Las diferentes vivencias del bebé se van organizando y transformando a través del vínculo primario con la madre y todas sus implicancias, la posterior relación con el padre, así se va identificando con sus familiares y es justamente en todos estos procesos que se van aprendiendo las leyes, normas y costumbres, o sea socializándose. Dice Minuchín que los niños no pueden crecer e individualizarse sin rechazar o atacar. De acuerdo con esto el proceso de socialización es inevitablemente conflictivo. ¿Cómo se aprenden las normas y valores?. Estimamos que no es una simplificación decir que se aprenden a través del ejemplo. El niño no toma todo, pero sí lo que tiene sentido para él y cuando lo vivencia con las personas más significativas. El aprendizaje juega un papel de mucha importancia ya que es posible aprender el diálogo y la comunicación a través de los modelos que se le ofrecen: los niños tienen que ver cómo los adultos enfrentan y resuelven diariamente situaciones conflictivas. ¿Cómo se ponen los límites? Los niños, decíamos, aprenden normas y valores tratando de parecerse a los adultos con quienes interactúan (miembros de la familia nuclear y de la familia ampliada), y son los que, básicamente, deben ofrecerles modelos para identificarse. Desde el nacimiento el niño se va adaptando a través de identificaciones, apropiándose de rasgos de sus padres, al principio en forma total, luego paulatinamente se identifica con algunos rasgos y también con los de otros adultos significativos y más tarde con rasgos de sus pares ( con los chicos del jardín, de la escuela, amigos del club, personajes de películas y dibujos animados, parientes, vecinos, etc.). Pero hay que tener en cuenta que incorpora, además, una manera de enfrentar situaciones. Es de suma importancia que se le enseñe a buscar soluciones. Por ejemplo cuando Pablo enojado golpea violentamente la puerta, el papá con mala cara y gritando le dice ¡Qué animal que sos!. Opinamos como más apropiado que el padre hubiera podido aceptar el enojo del chico, enseñándole que uno puede mostrar el enojo pero no con esa expresión y forma, ya que fue tan violento como el golpear la puerta, o más , por provenir de un adulto. Si bien es cierto que existen muchos obstáculos para una adecuada puesta de límites (amenazas incumplidas, comparar y fomentar la competencia, ofrecer sobornos o recompensas, obligar a pedir perdón, buscar un chivo emisario, ofrecer opciones que no son tales, dar premios, etc.) hay que tener en cuenta que sí es posible enseñar a buscar soluciones, y que no es conveniente juzgar y/o culpabilizar. Esto sería un obstáculo en la puesta de los límites, lo que llevaría, entre otras consecuencias, a tener niños insatisfechos e insaciables. Demasiada tolerancia ayuda a concederle al niño el lugar de quien decide y de quien verá todos sus deseos satisfechos. Como dice F. Doltó, es necesario que el niño experimente los límites de sus acciones para que pueda continuar teniendo deseos. El deseo siempre satisfecho implica la muerte del deseo. El niño puede manifestar su desagrado al límite, pero el grado de tolerancia no debe impedir que los límites existan. Retomando la misma autora, quien sostiene que el deseo es el motor de la vida dice al respecto: “no es bueno que el niño con el pretexto de que se expanda libremente, nunca halle resistencia, es preciso que encuentre otros actos de deseo, el de los demás y que correspondan a edades diferentes a la suya. Si al niño se le cediera todo, se anularía por completo sus poderes creativos, que son la ardiente búsqueda de satisfacer un deseo jamás colmable y que, en la parte que se satisface se desvía en esto menos del objeto y que se satisface de otra manera” Esto último nos lleva a ver como el pasaje a través de distintos sistemas influye en el aprendizaje de los límites y de las normas. Si en el sistema familiar los niños aprenden a negociar, cooperar, competir, les será posible en otros sistemas tener buenas relaciones con sus pares y con los adultos, experiencias que a su vez los niños pueden llevar a su familia, lo que posibilitará también, si existe flexibilidad, su enriquecimiento con los nuevos aportes. Aprender a negociar no significa la negociación permanente ni el chantaje. Cuando los niños entran en contacto con sus iguales de otros sistemas, intentan actuar de acuerdo con las modalidades de su mundo familiar. Si aprenden formas alternativas de participación, van a incorporar las nuevas experiencias a la familia. En cambio si esas modalidades “son muy particulares” sin límites o muy rígidas, el niño, seguramente tendrá dificultades. Para finalizar, sintetizamos algunas ideas acerca de las relaciones entre padres e hijos y de los adultos con los niños y/o adolescentes: 1) Los niños son seres que piensan y sienten. 2) Dejarlos expresar libremente no quiere decir que puedan hacer todo lo que se les ocurra. 3) los niños cuidados son aquellos a los que se les pone límites. 4) Tener en cuenta los deseos de los niños y/o adolescentes, aún cuando en ocasiones se les tenga que poner límites, les permitirá convertirse en adultos autónomos, autovalorizados e independientes. Prof. Lyliam E. Kunzi Lic.Marta Savelski Psicopedagoga clínica.Docente Psicóloga clínica-Socióloga

Mucho se habla del tema de los límites: Por ejemplo se suele decir con
frecuencia: “Este chico es un malcriado, le faltan límites.” Este es uno de los
principales problemas de la actualidad en la consulta de los padres a los
profesionales y también motivo de preocupación de docentes de distintos
niveles educativos, ya que si en las primeras etapas no hay adultos capaces de
posibilitar que los niños vayan internalizando reglas y reconociendo su
autoridad, luego estos pueden tener dificultades para incorporar las normas
sociales.
A partir de nuestra larga práctica clínica hemos observado que la cuestión
de límites es de suma importancia. En las consultas, en muchas oportunidades
nos encontramos con situaciones en las cuales los niños tienen problemas en
la relación con sus pares y en su relación con los mayores. Entre las
principales, desconocimiento de la autoridad, problemas de conducta y falta de
límites. Se habla de límites en referencia a los niños, pero consideramos que
también es una problemática atinente a los adultos. Si los padres no se
autolimitan y creen que lo pueden todo, cómo harán para poder decirles no a
sus hijos para que estos aprendan que todo no se puede en la vida, ya sea
desde lo material como desde lo afectivo. Por ejemplo, Marcela, quien tiene su
registro de conductora desde hace tres semanas, quiere llevar al chico con el
que sale al boliche y luego a una reunión de amigos, en un barrio distante.
Llenos de inquietud sus padres aceptan prestarle el auto. Al ponerse la noche
lluviosa y con niebla aumentan las dudas de los padres, pero como sienten que
es importante demostrarle a Marcela su afecto y su confianza en ella, no le
piden que cambie sus planes, esto para evitar un conflicto como veremos más
adelante.
El autor Jhon K. Rosemond, en su libro ¡Porque lo mando yo! Dice: “Los
niños obedientes tienen padres que señalan claramente los límites”. Dentro de
este encuadre claro, los hijos tienen libertad para explorar, para ser curiosos,
creativos, en pocas palabras, para ser independientes”.
Sabemos que la palabra obediencia va a despertar en cada uno de nosotros
diferentes reacciones. Tratemos por un momento de hacer una abstracción, de
dejar de lado lo referido a cumplir la voluntad del otro, del que manda u
ordena, no pensemos en autoritarismo, pero sí pensemos en la autoridad
necesaria de parte de los padres para enseñarles a sus hijos que existen
situaciones, hechos que son peligrosos.
Cuando se sabe hasta donde se puede llegar o qué se puede esperar (sanción),
se tiene seguridad en el quehacer, no importa de que se trate ese quehacer.
Aprender cuales son los límites propios y/o ajenos refuerzan la independencia
de cada uno.
Un castigo no es un método para enseñar algo a un chico, ya que tiene como
finalidad hacer que se sienta mal. Lo que sería más una represalia, o una
venganza. Con el castigo lo que observamos es una reacción de impotencia y
enojo de los adultos.
¿Por qué hablamos de padres e hijos?. Porque como es obvio todos sabemos
que los primeros aprendizajes se hacen en la familia y si esta no brinda
claridad en la delimitación del espacio que le corresponde a cada uno,
comenzarán los problemas al salir a otros sistemas diferentes al familiar.
Como dice Minuchin la “estructura familiar es el conjunto invisible de
demandas funcionales que organizan los modos en que interactúan
los miembros de una familia.” Por ejemplo, y siguiendo siempre a Minuchin:
“Cuando una madre le dice a su hijo que beba su jugo y este obedece, esta
interacción define quien es ella en relación con el y quien es el en relación con
ella, en ese contexto y en ese momento. Las operaciones repetidas en esos
términos constituyen una pauta transaccional.” Estas regulan la conducta de
los miembros de la familia. Por ejemplo, debe existir una jerarquía de poder
en la que los padres y los hijos poseen niveles de autoridad diferentes.
También debe existir una complementariedad de las funciones, en la que el
marido y la esposa acepten la interdependencia y operen como un equipo.”
Cuando los padres definen con claridad los límites o normas, o llamemoslo
simplemente “modalidades de convivencia”, los hijos aprenden a funcionar
responsablemente, ya sea cuando son niños o han dejado de serlo y tienen
internalizadas las normas.
Las reglas protegen, son el marco en el cual una persona sabe como
manejarse, que se puede y qué no.
La débil autoridad de parte de los padres, puede dejar al niño a expensas de
sus propias pulsiones, y hacer que éste a través de sus berrinches, pataletas
y manejos, busque que le pongan los límites que a el no le son posibles.
El niño, a veces no encuentra el límite a su agresividad y necesita quien le
diga que algo no se puede. Los padres tienen la responsabilidad como adultos
de orientar a sus hijos, aunque estos se enojen. Puede haber diversos motivos
para la no puesta de límites, pero sobre todo prevalece el miedo a dejar de ser
querido. Esto puede llevar a niños y/o jóvenes a conductas peligrosas.
Recordando a Marcela y a sus padres, estos por temor a perder el cariño de su
hija no se atrevieron a negarle el auto, y evitaron el enfrentamiento, para que
no hubiera conflicto, pero no pudieron evitar el accidente de Marcela ocurrido
por su inexperiencia y las malas condiciones climáticas.
En nuestra práctica observamos con frecuencia que los padres
contemporáneos a diferencia de los padres de antes, explican mucho, lo cual
es bueno, siempre y cuando estas explicaciones no sean motivadas por su
inseguridad para poner los límites necesarios. El explicar mucho puede
funcionar como una moratoria, o sea tirar para adelante, y no actuar o resolver
en el momento oportuno. Es importante tener claro que son los adultos
quienes deciden, sin sentir culpa por ello.
Los antropólogos actuales han observado que la familia es un fenómeno
universal, con las diferencias propias de cada cultura, que se hallan presentes
en casi todos los tipos de sociedades. Y esto es así porque el ser humano no es
autoválido al nacer y necesita de otros para constituirse como persona. La
familia es un grupo humano que cumple funciones: es un medio de
subsistencia, desempeña funciones de autocontrol y de humanización en el
intercambio, generando un clima emocional imprescindible para vivir. La
madre intentando comprender al bebé va ayudando a que este se humanice y a
la formación de su psiquismo. Las diferentes vivencias del bebé se van
organizando y transformando a través del vínculo primario con la madre y
todas sus implicancias, la posterior relación con el padre, así se va
identificando con sus familiares y es justamente en todos estos procesos que se
van aprendiendo las leyes, normas y costumbres, o sea socializándose.
Dice Minuchín que los niños no pueden crecer e individualizarse sin rechazar
o atacar. De acuerdo con esto el proceso de socialización es inevitablemente
conflictivo.
¿Cómo se aprenden las normas y valores?. Estimamos que no es una
simplificación decir que se aprenden a través del ejemplo. El niño no toma
todo, pero sí lo que tiene sentido para él y cuando lo vivencia con las personas
más significativas.
El aprendizaje juega un papel de mucha importancia ya que es posible
aprender el diálogo y la comunicación a través de los modelos que se le
ofrecen: los niños tienen que ver cómo los adultos enfrentan y resuelven
diariamente situaciones conflictivas.
¿Cómo se ponen los límites?
Los niños, decíamos, aprenden normas y valores tratando de parecerse a los
adultos con quienes interactúan (miembros de la familia nuclear y de la
familia ampliada), y son los que, básicamente, deben ofrecerles modelos para
identificarse.
Desde el nacimiento el niño se va adaptando a través de identificaciones,
apropiándose de rasgos de sus padres, al principio en forma total, luego
paulatinamente se identifica con algunos rasgos y también con los de otros
adultos significativos y más tarde con rasgos de sus pares ( con los chicos del
jardín, de la escuela, amigos del club, personajes de películas y dibujos
animados, parientes, vecinos, etc.). Pero hay que tener en cuenta que
incorpora, además, una manera de enfrentar situaciones. Es de suma
importancia que se le enseñe a buscar soluciones. Por ejemplo cuando Pablo
enojado golpea violentamente la puerta, el papá con mala cara y gritando le
dice ¡Qué animal que sos!. Opinamos como más apropiado que el padre
hubiera podido aceptar el enojo del chico, enseñándole que uno puede
mostrar el enojo pero no con esa expresión y forma, ya que fue tan violento
como el golpear la puerta, o más , por provenir de un adulto.
Si bien es cierto que existen muchos obstáculos para una adecuada puesta de
límites (amenazas incumplidas, comparar y fomentar la competencia, ofrecer
sobornos o recompensas, obligar a pedir perdón, buscar un chivo emisario,
ofrecer opciones que no son tales, dar premios, etc.) hay que tener en cuenta
que sí es posible enseñar a buscar soluciones, y que no es conveniente juzgar
y/o culpabilizar.
Esto sería un obstáculo en la puesta de los límites, lo que llevaría, entre otras
consecuencias, a tener niños insatisfechos e insaciables. Demasiada tolerancia
ayuda a concederle al niño el lugar de quien decide y de quien verá todos sus
deseos satisfechos.
Como dice F. Doltó, es necesario que el niño experimente los límites de sus
acciones para que pueda continuar teniendo deseos. El deseo siempre
satisfecho implica la muerte del deseo. El niño puede manifestar su desagrado
al límite, pero el grado de tolerancia no debe impedir que los límites existan.
Retomando la misma autora, quien sostiene que el deseo es el motor de la
vida dice al respecto: “no es bueno que el niño con el pretexto de que se
expanda libremente, nunca halle resistencia, es preciso que encuentre otros
actos de deseo, el de los demás y que correspondan a edades diferentes a la
suya. Si al niño se le cediera todo, se anularía por completo sus poderes
creativos, que son la ardiente búsqueda de satisfacer un deseo jamás colmable
y que, en la parte que se satisface se desvía en esto menos del objeto y que se
satisface de otra manera”
Esto último nos lleva a ver como el pasaje a través de distintos sistemas
influye en el aprendizaje de los límites y de las normas. Si en el sistema
familiar los niños aprenden a negociar, cooperar, competir, les será posible en
otros sistemas tener buenas relaciones con sus pares y con los adultos,
experiencias que a su vez los niños pueden llevar a su familia, lo que
posibilitará también, si existe flexibilidad, su enriquecimiento con los nuevos
aportes. Aprender a negociar no significa la negociación permanente ni el
chantaje.
Cuando los niños entran en contacto con sus iguales de otros sistemas,
intentan actuar de acuerdo con las modalidades de su mundo familiar. Si
aprenden formas alternativas de participación, van a incorporar las nuevas
experiencias a la familia. En cambio si esas modalidades “son muy
particulares” sin límites o muy rígidas, el niño, seguramente tendrá
dificultades.
Para finalizar, sintetizamos algunas ideas acerca de las relaciones entre padres
e hijos y de los adultos con los niños y/o adolescentes: 1) Los niños son seres
que piensan y sienten. 2) Dejarlos expresar libremente no quiere decir que
puedan hacer todo lo que se les ocurra. 3) los niños cuidados son aquellos a
los que se les pone límites. 4) Tener en cuenta los deseos de los niños y/o
adolescentes, aún cuando en ocasiones se les tenga que poner límites, les
permitirá convertirse en adultos autónomos, autovalorizados e
independientes.
Prof. Lyliam E. Kunzi Lic.Marta Savelski
Psicopedagoga clínica.Docente Psicóloga clínica-Socióloga

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